Sí, ya sabía que la nube, así, en singular, no era una masa vaporosa de agua. Sabía “que era algo de ordenadores” frase que podría decir mi madre, que en una mujer de su edad estaría muy bien, pero en mi caso, con apenas 18 años…
La nube está llena de datos, y por lo que he podido ver, de energía. Eso es algo de lo que aprendido preparando un monólogo personalizado y actuando para los trabajadores de Nubalia (www.nubalia.com) .
Hay que reconocer que para ser una empresa que se dedica a algo tan novedoso como es vender software (creo que lo he escrito bien, ¿verdad?) para la nube, el nombre no está muy trabajado: privalia ha creado escuela.
Pero aparte de eso, Nubalia es una empresa puntera. Quedé con ellos en sus oficinas de Barcelona, junto al puerto. Nada más llegar, supieron que yo era su hombre. Nos sentamos y enseguida entramos en materia, empiezo a preguntar a diestro y siniestro y llega mi momento: esperad un momento que sacaré algo para tomar notas, Me preguntan si necesito un enchufe. No, ¿para qué? Tomo notas con una libreta y un bolígrafo…
En la cara de la directora comercial, primero vi incredibilidad, luego sorpresa y por fin, una carcajada: ¿ya has empezado el monólogo? Me pregunta. Supongo que sí, o quizá son mis tendencia innata a retorcer la realidad para, dándole una vuelta, verle el otro lado de las cosas, no el lado oscuro, si no el lado cómico de la vida.
En realidad si llevaba un portátil, pero, mira, no sé, me apetecía sacar una libreta y un bolígrafo.
Durante más de dos horas, no paramos de hablar de ellos. Los monólogos corales son algo más difíciles que los personalizados, porque entras y sales de diferentes personas, tienes que recordar más nombres, enlazar anécdotas de manera natural de una persona a otra.
Además, en este caso, la empresa tiene tres sedes, y a la fiesta vienen las tres, así que tengo que tener material de todo el mundo, pero claro, la gente de Barcelona no conoce tanto a la gente de Madrid y Lisboa.
Por otro lado, en monólogos personalizados de empresa, siempre es algo más difícil que tu interlocutor te pase información sensible, es decir, información con la que puedas generar humor, porque piensa: bueno si el monologuista dice algo sobre tal persona, todo el mundo sabrá que la información ha salido de mí… No sirve para nada ser tan previsor: lo que no me cuentan, lo deduzco, y lo que no, me lo invento.
Después de un par de horas de hablar con ellas, tengo bastante material, pero de todos modos, contacto por teléfono con un miembro de Madrid y otro de Lisboa, para obtener material de primera mano sobre la gente de allí.
Todos tienen cabida en mi monólogo personalizado!
Para acabar el trabajo de minería, entro en su web, miro el facebook de algunos de los trabajadores (cuando topo con gente que se llaman José Martinez Rodriguez esto es imposible, claro) y ya que estoy, me entero de que va eso de la nube…
Con muchas anécdotas y un buen rollo en la empresa que se nota y se palpa, preparar el monólogo es fácil. Primero selecciona las anécdotas que utilizaré, luego les doy la vuelta, las hago un poco mías: algunas las agrando, otras las hago más pequeñas, otras cambian de color… si no, no pueden entrar en el monólogo personalizado, no harán gracias si ya se las saben y las explico tal cual.
Ha llegado el día, la cita es en Badalona, junto al mar. Un sitio precioso y evocador, aqui tenéis el enlace: La Donzella de la Costa. Los camareros y el equipo, muy amables, me ayudan a preparar el micro, a conectar mi equipo de sonido y a hacer las pruebas.
Todo ok
Todo listo.
Ahora sí vienen los nervios, las mariposas en el estómago. Haciendo monólogos personalizados, siento lo mismo que si me enamorase cada día. Y es que un poco lo estoy, de enamorado de mi trabajo…
El público se sienta y arranco. A veces es difícil empezar así, en frío, sin presentación, sin una música de entrada, pero ya son muchas tablas y uno, claro, tiene sus trucos.
Y funcionan. Voy desenvolviendo poco a poco el monólogo personalizado: los primeros chistes, acompañados de las primeras risas, al cabo de muy poco, arranco el primer aplauso… ¡siempre es un momentazo! Y ahora todo fluye: be wáter, my friend, me digo a mi mismo.
Estoy tan a gusto que las improvisaciones caen por su propio peso. Normalmente se basan en chistes que no habían salido todavía, pero que estaba ahí, latentes.
Finalmente, después de 40 ,minutos, exhausto, agotado, sudoroso, contento, desfondado, acabo con un fuerte aplauso. Me piden que vuelva a salir e incluso entre gritos me piden: ¡que lo repita, que lo repita!
Cómo decía Schuster: No se puede decir nada más.