Una actuación Redonda

Actuar con un monólogo personalizado delante de todo un pueblo, una noche de verano, una noche de verano con luna llena gigante y anaranjada.

Parece un ruego, o un deseo incumplido, pero eso fue lo que me pasó hace muy poco.
El ayuntamiento de Vila-Rodona, un bonito pueblo de l’Alt Camp, en Tarragona, me brindó esa oportunidad, a través de la Regidoria de Joventud  y de su técnica todoterreno, Chus. Chus es bajita y muy grande, lleva todos los actos de su departamento con la misma ligereza con la que se rie: parace que no le pesen, pero a veces su jornada laboral empieza a las 8 de la mañana y acaba a las 12 de la noche, como el viernes pasado.
Se trataba de el fin de semana de la juventud, así que el monólogo debía interesar sobre todo a un púbico más joven, o esa era la idea inicial.
Chus me sugirió que trabajase temas generales, porque apenas podía estar por mi y por otro lado no quería mojarse. Es normal… desde luego, mis bromas son blancas, y no ofenden a nadie, pero Chus todavía no me ha visto en acción y duda…
De todos modos, para convertir el espectáculo en un monólogo personalizado,  investigo bastante sobre el pueblo. Consigo el plan de juventud, los nombres de todos los regidos y del alcalde, busco sus web y sus perfiles en las redes sociales,  leo bastantes noticias sobre el pueblo en diarios regionales y comarcales y consigo hacerme una idea de donde voy a actuar y de la gente del pueblo.
Realmente consigo muchos preparar bastantes gags sobre el pueblo y preparo el monólogo intercalando alguno de estos gags con  pequeños monólogos que voy preparando, más generales.
Y es que no puedo parar de monologuear!!!! Esa es la verdad!
Tengo un espectáculo bastante redondo de una hora de duración, que es lo que me han pedido, y con nervios pero pensando que va a gustar, me voy a Vila-Rodona
El viaje es largo, y aprovecho para repasar todo el monólogo. Es una técnica que me enseño uno de mis mejores profesores de teatro: repasar mentalmente todo el espectáculo, verte a ti mismo haciendo el monólogo personalizado. Parece cosa de locos, y lo es un poco, pero funciona.
Cuando llego al pueblo es noche cerrada. Una bonita y fresca noche de verano. El ambiente huele a adelfas y rododendros y lo siento, no puedo evitar ponerme un poco romántico.
El espacio donde actuaré es un rincón del pueblo, con una especie de escenario de piedra, de forma triangular. Me han colocado un par de focos, y ayudo a Chus a colocar el equipo de sonido.
Cuando las pruebas están hechas,  ayudo a los voluntarios a colocar sillas. A mi me parecen muchas sillas, pero me dicen que seguramente se quedaran cortos…
Empiezo el monólogo con un enorme salto al escenario y el público empieza con un fuerte aplauso: nada mejor para un cómico que un recibimiento de este tipo. 
Al principio, el público se muestra sorprendido de que le hable de su propio pueblo, y esa sorpresa se agradece, de esta forma, es más fácil meterme en el bolsillo a todo el público. Como estamos en verano, en un plaza del pueblo al aire libre, pronto las sillas se quedan cortas y mucho público se queda atrás siguiendo el monólogo. Veo que el público es muy heterogéneo, no solo hay jóvenes, hay gente muy mayor (casi como yo mismo) y también toda la muchachada que ha dejado las bicis y se ha acercado al teatro.
Decido que voy a modificar un poco lo que había preparado, para poder llegar a todo el público con el monólogo personalizado y creo, a juzgar por las risas, que lo consigo.
Muy cerca del escenario se encuentra una pareja muy enamorada que están a punto de tener una niña, evidentemente, por unos momentos, se convierten en protagonistas del monólogo.
Al final, me alargo hasta la hora y media de monólogo. A pesar del cansancio, no me canso cuando tengo que subir tres veces al escenario para recibir sendas tandas de aplausos: cómo se va a cansar uno por recibir aplausos!  Son la energía de la que vivo!
Muchas gracias Vila-Rodona, espero que nos volvamos a ver dentro de poco!